Vamos en esta oportunidad con otro ritmo que levanta la cultura suramericana en cuanto a la música.
La lambada, un ritmo musical vibrante y sensual, tiene sus raíces en la región amazónica de Brasil, particularmente en el estado de Pará, durante la segunda mitad del siglo XX. Su origen se encuentra en la fusión de ritmos caribeños y sudamericanos, especialmente el carimbó, un baile tradicional de las comunidades indígenas y afrobrasileñas del norte de Brasil.
El carimbó, con sus movimientos rítmicos y percusión marcada, se mezcló con influencias de la cumbia rebajada, el merengue y el zouk, un estilo musical de las Antillas francesas que ganó popularidad en Brasil en los años 80. Esta combinación dio lugar a un ritmo bailable caracterizado por su cadencia rápida, melodías pegajosas y un compás que invita al movimiento de cadera.
A finales de los años 70 y principios de los 80, la lambada comenzó a tomar forma en Belém, donde los músicos locales adaptaron canciones caribeñas, ralentizando el tempo y añadiendo elementos electrónicos, como sintetizadores, que le dieron un sonido moderno. El término "lambada" proviene de la palabra portuguesa que significa "latigazo" o "golpe", reflejando el movimiento ondulante y rápido del baile que acompaña al ritmo.
Sin embargo, la lambada como la conocemos hoy no se popularizó hasta 1989, cuando el grupo franco-brasileño Kaoma lanzó la canción "Lambada" (también conocida como "Chorando se foi"), basada en una melodía boliviana de los hermanos Hermosa, originalmente titulada "Llorando se fue". Esta versión, con su coreografía sensual, catapultó la lambada a la fama mundial.
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La canción de Kaoma, acompañada de un videoclip que mostraba el característico baile en pareja con movimientos cercanos y giratorios, desató una fiebre global por la lambada. En Brasil, el ritmo se asoció con las fiestas populares y los salones de baile, aunque también enfrentó críticas por su sensualidad explícita, que algunos consideraban provocadora.
En la literatura, la lambada inspiró referencias en obras que exploraban la identidad cultural brasileña y la globalización de la música tropical. Novelas y cuentos de autores latinoamericanos de la época, como los de la corriente del realismo mágico, aludían a la lambada como símbolo de pasión y erotismo, a menudo retratándola como una expresión de libertad y sensualidad en contextos de fiestas populares o narrativas urbanas.
En el cine, la lambada tuvo un impacto notable con la película The Forbidden Dance (1990), que capitalizó la fiebre mundial del ritmo tras el éxito de la canción de Kaoma. Esta producción estadounidense presentó la lambada como un baile exótico y liberador, entrelazado con una narrativa sobre la preservación de la selva amazónica, aunque con un enfoque estereotipado.
El filme, junto con videoclips y apariciones en programas de televisión, popularizó los movimientos de cadera y la estética sensual del baile, consolidando su imagen en la cultura pop global. Además, la lambada apareció en bandas sonoras de películas y series, reforzando su asociación con la energía festiva y la seducción.
En Brasil, su fusión con el axé en los 90 contribuyó al surgimiento de nuevos estilos de baile en el carnaval de Salvador. A nivel internacional, su estructura rítmica influyó en la música dance y pop, con artistas incorporando elementos de su cadencia en canciones electrónicas y comerciales. La lambada también sirvió como precursor de la zumba, un fenómeno global que combinó pasos de baile latino, incluyendo los de la lambada, con rutinas de ejercicio.
En la moda, la lambada inspiró un estilo audaz y colorido que reflejaba su energía. Durante su apogeo, las bailarinas lucían faldas cortas y fluidas, tops ajustados y telas brillantes que facilitaban los movimientos giratorios del baile. Esta estética, marcada por cortes asimétricos y tejidos ligeros, se popularizó en los salones de baile y en la cultura pop, influenciando tendencias juveniles en los 90. La moda asociada con la lambada enfatizaba la libertad de movimiento y la sensualidad, con prendas que resaltaban el cuerpo y permitían giros espectaculares.
En cuanto al color, la lambada evocó una paleta vibrante que reflejaba su origen tropical. Tonos intensos como el rojo, amarillo, turquesa y fucsia dominaron la estética del baile, presentes en vestimentas, carteles promocionales y videoclips. Estos colores, asociados con la exuberancia de la Amazonía y el carnaval, se convirtieron en un sello visual de la lambada, proyectando alegría y vitalidad.
La influencia cromática se extendió a la cultura pop, donde los tonos neón y combinaciones audaces ganaron popularidad en la moda y el diseño gráfico de la época. Aunque la fiebre de la lambada se desvaneció, su legado persiste en la música latina, la moda festiva y la imaginería colorida que sigue evocando su espíritu apasionado y multicultural.
Es todo por hoy.
Relájense y disfruten del mix que les comparto. ¡Y a rumbear!
Chau, BlurtMedia...
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